Cada canción

Después que a la semilla le brotó un cuerpo y muchos brazos y su vestido comenzó a reverdecer como por magia; después que los caminitos del parque se alegran con trinos y contagian a los fríos y solitarios bancos; después que dibujé tu sonrisa y la luz de tus ojos debajo de la farola, al lado de la estatua que parece feliz de ser estatua, y revisé mi mochila y el poema que te leía salió volando con la brisa fresca de noviembre, y lo vimos mojarse también con la finísima y danzarina lluvia bajo las luces neblinosas del parque… después… y solo después todas las canciones me parecieron conocidas...

Porque quizás en algún bar un borracho calla.
Porque quizás hay demasiados rabiosos cerca,
y el borracho está solo con su bálsamo.
Pero tú y yo estamos a salvo
mientras la rabia no se confunda de escenario...

Y jugamos, y bromeamos. Y el borracho, más lúcido, comprende que estaba encadenado no a lo que perdió, sino a lo que nunca tuvo.
La tarde baila, rociada por el tibio sol que se marcha. Los caminos se muestran como tableros de juego para niños, que corretean sus bicicletas, moldean sueños y sus caídas son trofeos. Y si cada canción termina ahora, lo triste y lo oscuro sé que quedará atrapado hasta borrarse en el invierno, ese que únicamente siento en la ducha al amanecer.
Cada vez que encuentres un cigarrillo humeante en un cruce de caminos es el borracho que nos ha olvidado… mientras yo escribo, bostezo, lejos... pero cerca. Allí donde ninguna duda puede tocarme porque mi silencio es escudo forjado con hojitas de trébol y mariposas. Sonrío todas las tardes mirando tu foto, porque la hice, cerca del lago… antes de besarte.

𝐏𝐥𝐚𝐲𝐥𝐢𝐬𝐭 "𝚃𝚑𝚎 𝚗𝚒𝚐𝚑𝚝 𝚠𝚎 𝚖𝚎𝚝"

00:00 the night we met
03:11 until i found you
06:04 things we didn’t say
09:03 say yes to heaven
12:29 blue
16:00 small talk
19:16 seasons
23:29 sleep well
26:22 not today
29:13 honey, there’s the door
31:38 golden hour
35:08 just bones
37:17 reasons to stay
40:32 dirty tears
45:29 blueskies
49:22 stay
53:06 forever be
56:19 part of me
59:59 home

Every song

After the seed sprouted a body and many arms, and its dress began to green again as if by magic; after the park’s little paths brighten with birdsong and gladden even the cold, lonely benches; after I sketched your smile and the light in your eyes beneath the lamppost, beside the statue that seems happy to be a statue, and checked my backpack, and the poem I’d been reading to you flew off with November’s fresh breeze, and we saw it too, soaked by the finest, dancing rain beneath the park’s misty lights… After that—and only after that—every song felt familiar.

Because perhaps, in some bar, a drunkard falls silent.
Because perhaps there are too many rabid souls nearby,
and the drunkard is alone with his balm.
But you and I are safe
so long as rage doesn’t mistake the stage...

And we play, and we joke. And the drunk, more lucid, understands that he was chained not to what he lost, but to what he never had.
The afternoon dances, sprinkled by the gentle sun as it takes its leave. The paths unfold like children’s game boards, who race about on their bicycles, shape dreams, and wear their falls like trophies. And if every song ends now, I know the sadness and the darkness will be trapped until they fade in winter, that winter I only feel in the shower at dawn.
Each time you find a smoking cigarette at a crossroads, it’s the drunk who has forgotten us… while I write, yawn, far… but near. There, where no doubt can touch me, because my silence is a shield forged from clover leaves and butterflies. I smile every afternoon looking at your photo, because I took it, near the lake… before kissing you.