Mi vida, una noche de ronda (microficción para Agustín Lara)

El 6 de noviembre de 1970 falleció el más importante bolerista —por compositor, aunque también como cantante, si bien su voz no es la de los cantantes emblemáticos en ese género—. Me refiero a Agustín Lara, el mexicano que, pese a los años, sigue (re)sonando en nuestra sentimentalidad latinoamericana, posiblemente pocas veces escuchado directamente, si no por las innumerables versiones que lo han interpretado en español y otros idiomas. Existen varias creaciones literarias que le rinden homenaje o lo recrean, como las novelas de Ángeles Mastretta y Federico Gamboa, o las canciones de Joaquín Sabina y Natalia Lafourcade, o en filmes como el realizado por Roberto Sneider.


Agustín Lara en dibujo.jpg
Fuente


Yo, como muchos latinoamericanos, escuché, desde niño y hasta ahora, sus canciones en sus originales o en versiones, que son muchas. Forma parte de eso que llaman “feeling”, memorioso en mi caso, y quise honrarle, pese a ser un individuo catalogado como “machista”, y quién sabe si más, con una microficción como monólogo interior de un Agustín Lara agonizante.


*****


“María bonita, nunca fuiste mía”, pensaba como si compusiera un bolero. A su imaginación volvía el rostro de aquella mujer casi imposible, demasiada belleza joven, pero que había amado, quizás como si hubiese sido la única vez en su vida.

Sí, ya sé: “Solamente una vez”. No me digas más, madre. “Santa mía”… En aquellos cabarets de mi adolescencia comencé a tocar —atrevido yo— para sostener el hogar, y te mentía sí. Pero en ellos se fue haciendo la vida, esa que tal vez nunca aprobaste, mas fue la que hice (¿o me tocó?). Tú tan mía, como mi Veracruz nativo, que llevo en el alma, aunque suene a frase hecha. “Yo nací con la luna de plata / nací con alma de pirata, / he nacido rumbero y jarocho / trovador de veras. / Y me fui lejos de Veracruz.” ¡Cómo duele el amor, mujer! Sí, porque la tierra es como una mujer. Y allí comenzó el abandono y esta larga ronda que está a punto de terminar… “Aventurera”, canté, pero eso fue mi vida: una aventura casi sin fin —ya lo sé, y esta tos no me deja pensar—. Noches y noches tras el piano en aquellos clubes nocturnos, con aquellas voluptuosas mujeres, y yo tan esmirriado. Lo de “Flaco de oro” vino después, embeleco publicitario. Si hubiera dudas, ahí está esa imborrable cicatriz, la herida del amor, de la vida y de la muerte, como cantó el poeta español. Piensa en mí, Estrella, Chata, María bonita, Rocío… “Aunque no lo quiera Dios”, llega la noche.


Les dejo varios videos relacionados con las canciones a las que aludo en mi microficción.

María bonita

Solamente una vez

Noche de ronda



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