MI banda sonora. 25 Or 6 To 4 | MY SOUNDTRACK. 25 Or 6 To 4

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En septiembre del setenta y uno comenzaba mis estudios en el Pedagógico de Caracas. El reto era grande, apenas tenía diecisiete años y mi formación en cultura general era bastante precaria. Las únicas lecturas que había hecho hasta entonces eran las del bachillerato, lo que me situaba en clara desventaja con la gran mayoría de mis compañeros de clases.

Por aquel tiempo la población estudiantil del Pedagógico era muy diversa. Había unos cuantos jóvenes como yo y también personas un poco mayores, maestros en ejercicio que se inscribían para tener el título universitario y jubilarse en mejores condiciones, y muchos estudiantes de la UCV que se habían cambiado al Pedagógico como consecuencia del cierre de su Universidad. Es esos años el gobierno había clausurado la UCV y se mantuvo cerrada por casi dos años.

Aquella gran diferencia en la formación de cada uno se ponía de manifiesto en todas las clases. Los adultos hacían intervenciones de gran calidad, debatían de tú a tú con los profesores. Los más jóvenes decíamos de vez en cuando alguna cosa, más basada en la opinión que en el conocimiento, y promovida por el deseo de no quedarnos totalmente opacados. Nos tocaba tratar de nivelarnos, una tarea que tratamos de asumir sin complejos desde el primer día…

Yo pasaba mis días en el Pedagógico, llegaba a las siete a.m. y me devolvía a mi casa a eso de las seis de la tarde, cuando no estaba en clases estaba en la biblioteca o tratando de incursionar en algunos de los grupos que hacían vida política en la institución.

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Cada mediodía al salir del comedor un amigo y yo nos íbamos hacia un salón muy grande, una especie de laboratorio donde había varios mesones desocupados, eran mesas como del tamaño de las de pool o billar. Antes de llegar allí pasábamos por el gimnasio de educación física y tomábamos dos colchonetas que colocábamos encima de las mesas, y allí nos tendíamos.

Pero el objetivo de tener un poco de comodidad no era para dormir un rato. No. Aunque el sueño nos vencía a esa hora, con la barriga llena luego del almuerzo, mi amigo y yo lo que esperábamos con ansias era el comienzo del programa de Iván Loscher, “La hora 13”, que se transmitía por radio Capital de lunes a viernes a la una de la tarde.

Lo escuchábamos a bajo volumen en un pequeño radio de batería que mi amigo religiosamente cargaba en su mochila. Entre los dos habíamos llegado a un convenio, una vez el compraba las baterías y otra yo, de ese modo garantizábamos que siempre pudiéramos escuchar el programa.

Iván Loscher fue uno de esos locutores estrellas que iluminó la radio venezolana durante muchos años, era un tipo muy especial, muy culto, que había estudiado filosofía en la UCV. Combinaba la locución con la escritura y llegó a publicar varios libros.

La hora 13 era básicamente un programa de Rock, Loscher presentaba canciones de moda, hablaba de las últimas tendencias en el mundo del Rock, hacía especiales de alguna banda como Led Zeppelin, entrevistaba a músicos locales, e iba salpicando sus comentarios con citas de pensadores famosos o de libros de autores como Herman Hesse, todos desconocidos para mí. Aquella combinación de cosas aumentaba mi deseo de escuchar cada día el programa.

Una de las cosas que llamaba mi atención era el potente intro con el que comenzaba el programa. Antes de entrar la voz del locutor sonaba un riff de guitarra muy, muy bueno, seguido por el sonido de la batería y rematado por un formidable arreglo de metales. Ese intro se había quedado en mi oído para siempre, pero nunca escuché decir a Loscher a qué grupo o canción pertenecía.

Me tomó mucho tiempo saber que lo que sonaba al comienzo de “La Hora 13”, era un fragmento de la canción que les comparto hoy “25 Or 6 To 4”, de la famosa banda norteamericana Chicago.

Como siempre hay alguna historia detrás de la canción. Lo primero que llamó la atención de los críticos y de la audiencia fue el nombre, tres cifras, lo que abrió el camino para todo tipo de especulaciones.

Fueron muchos los que asumieron que ese nombre era una alusión al consumo de LSD. Entre los adictos la expresión 6 to 4 formaba parte de una jerga común, se refería al tiempo que podía durar un pasón, desde las seis de la mañana hasta la cuatro de la tarde.

Esa alusión fue tomada en serio en países como Filipina, que tuvieron la canción prohibida por hacer apología al consumo de drogas, la prohibición la levantaron avanzados los años noventa.

Sin embargo, Robert Lamm, uno de los cantantes de la banda, tecladista y compositor, ha declarado en muchas entrevistas que la canción no tiene nada que ver con drogas.

Lamm, ha comentado que el título se le ocurrió cuando hacía una especie de disertación meta compositiva. Una noche de insomnio, mientras reflexionaba sobre el proceso de composición de las canciones, se asomó por la ventana de su casa en las colinas de Hollywood. Aquellas imágenes inmediatamente despertaron su creatividad y las fue anotando en un papel. Al ver un pequeño reloj de pared vio que las agujas marcaban 25 o 26 minutos para las cuatro de la madrugada. De allí tomó el nombre.

Otra anécdota relacionada con la canción dice que poco antes de la grabación, el cantante Peter Cetera asistió con otros integrantes de la banda Chicago a un encuentro deportivo. Allí se formó una trifulca en la que Cetera salió con la mandíbula fracturada. Y el productor lo obligó a cantar así. De modo que para poder cantar Cetera tenía que apretar los dientes. Eso le dio a su voz un matiz muy especial que desde entonces uso como su marca de fábrica, cantar con los dientes apretados.

Es muy probable que muchos de ustedes hayan escuchado este clásico de la historia del Jazz Rock. Si no la conocen los invito a que le presten atención.

Gracias por tu tiempo.

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In September 1971, I began my studies at the Pedagogical Institute of Caracas. The challenge was daunting; I was barely seventeen years old, and my general knowledge was quite precarious. The only reading I had done up until then was from high school, which put me at a clear disadvantage compared to the vast majority of my classmates.

At that time, the student population at the Pedagogical Institute was very diverse. There were a few young people like me and also slightly older people, practicing teachers who enrolled to obtain a university degree and retire with better conditions, and many students from the UCV who had transferred to the Pedagogical Institute due to the closure of their university. In those years, the government had closed the UCV, and it remained closed for almost two years.

This vast difference in the educational background of each student was evident in every class. The adults gave high-quality interventions and engaged in one-on-one debates with the professors. The younger ones of us would occasionally say something, based more on opinion than knowledge, and driven by a desire not to be completely overshadowed. It was our turn to try to catch up, a task we've tried to take on without hesitation from day one...

I spent my days at the Pedagogical Institute, arriving at seven a.m. and returning home around six in the evening. When I wasn't in class, I was in the library or trying to join some of the political groups within the institution.

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Every midday, after leaving the cafeteria, a friend and I would head to a very large room, a sort of laboratory where there were several empty counters, tables about the size of pool or billiard tables. Before getting there, we would stop by the physical education gym and grab two mats, place them on top of the tables, and lie down there.

But the goal of getting some comfort wasn't to get some sleep. No. Although sleep was overcoming us at that hour, with our bellies full after lunch, what my friend and I were eagerly awaiting was the start of Iván Loscher's program, "La hora 13," which aired on Radio Capital Monday through Friday at 1:00 p.m.

We listened to it at a low volume on a small battery-powered radio that my friend religiously carried in his backpack. We had reached an agreement between us: one time he would buy the batteries and another time I would, ensuring we could always listen to the program.

Iván Loscher was one of those star hosts who illuminated Venezuelan radio for many years. He was a very special, highly cultured man who had studied philosophy at the UCV. He combined voice-over work with writing and even published several books.

La hora 13 was basically a rock show. Loscher presented popular songs, discussed the latest trends in the world of rock, did specials on bands like Led Zeppelin, interviewed local musicians, and peppered his commentary with quotes from famous thinkers or books by authors like Herman Hesse, all unknown to me. This combination of things increased my desire to listen to the show every day.

One of the things that caught my attention was the powerful intro that began the show. Before the host's voice entered, a very, very good guitar riff sounded, followed by the sound of the drums and finished off by a formidable brass arrangement. That intro had been stuck in my ear forever, but I never heard Loscher say what band or song it belonged to.

It took me a long time to realize that what was playing at the beginning of "La Hora 13" was a fragment of the song I'm sharing with you today, "25 Or 6 To 4," by the famous American band Chicago.

As always, there's a story behind the song. The first thing that caught the attention of critics and audiences was the name, three digits, which opened the way for all kinds of speculation.

Many assumed the name was an allusion to LSD use. Among addicts, the expression "6 to 4" was part of common slang, referring to the length of time a high could last, from six in the morning until four in the afternoon.

This allusion was taken seriously in countries like the Philippines, where the song was banned for condoning drug use; the ban was lifted in the late 1990s.

However, Robert Lamm, one of the band's singers, keyboardist, and composer, has stated in numerous interviews that the song has nothing to do with drugs.

Lamm has commented that the title came to him while he was doing a sort of meta-compositional dissertation. One sleepless night, while reflecting on the songwriting process, he looked out the window of his house in the Hollywood Hills. Those images immediately sparked his creativity, and he jotted them down on a piece of paper. Upon seeing a small clock on the wall, he saw that the hands read 25 or 26 minutes to four in the morning. That's where the name came from.

Another anecdote related to the song says that shortly before the recording, singer Peter Cetera attended a sports game with other members of the band Chicago. There, a brawl broke out, and Cetera left with a fractured jaw. The producer forced him to sing that way. So, in order to sing, Cetera had to grit his teeth. That gave his voice a very special nuance that he has since used as his trademark: singing with his teeth clenched.

Many of you have likely heard this classic piece from the history of Jazz Rock. If you're not familiar with it, I encourage you to pay attention.

Thank you for your time.

Translated with Goggle translator.

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Todos tus comentarios son bienvenidos en este sitio. Los leeré con gusto y dedicación.

Hasta una próxima entrega. Gracias.


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Las fotos, la edición digital y los Gifs son de mi autoría.




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Buena historia...no conozco a ninguno de los que nombras allí pero comparto tu emoción al contarnos tu experiencia.
Saludos
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Sí, estoy consciente que hablo de acontecimientos bastante lejanos. Escribo estas historias para dejar registros de mi paso por la vida, una forma de mantener viva mi memoria. Muchas gracias por pasar y por el apoyo estimada @cositav. Un fuerte abrazo desde Maracay.

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Muchas gracias por el apoyo estimados amigos.

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Que gran historia me emocionó muchisimo no tengo ni idea de los que hablas en el post pero me dedicaré a buscarlos gracias por compartirnos tu experiencia!

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Me alegra que te haya gustado. Afortunadamente con el internet es posible conocer muchos de los datos que menciono en el escrito. Gracias por pasar y comentar estimada @rut.hernandez06. Un fuerte abrazo desde Maracay.

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¡Vaya tema! Yo no lo conocía. Es muy bueno. De Chicago, recuerdo "Hard to say I'm sorry". Claro, por aquella época ya era un adolescente.

Gran anécdota mi amigo. Creo que valió mucho la pena el convenio con tu condiscípulo de la compra de las baterías para escuchar al filósofo rockero.

Saludos.

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Me alegra que te haya gustado. La verdad, es que ese convenio nos permitió continuar escuchando el programa en los tiempos de actividad académica. Gran canción esa que me dejas. No sé si conoces el tema, Make me smile, quizá te guste. Gracias por pasar y comentar querido @janaveda. Un fuerte abrazo desde Maracay.

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