La fecha no importa, solo la historia. Y esta es la historia de un amor platónico que nació en el corazón de un niño. Su nombre no es relevante, pero sí lo es la persona que lo inspiró: era la novia de su hermano mayor.

Aquel niño tenía sólo 8 ó 9 años cuando conoció a ella, y aunque sabía que era un amor prohibido, sentía atracción y mucho cariño por ella. Observaba de lejos, atónito, cómo su corazón latía a mil por hora cada vez que ella aparecía en el horizonte. Era una angustia infantil, todavía inocente, que apenas dejaba traslucir en el brillo de sus ojos.

Y como un rayo de luz en la penumbra, un día ella le regaló algo que terminó por cambiar su vida: una fotografía. Una imagen fija en el tiempo, que con el tiempo se convertiría en un objeto de deseo profundo, en un recuerdo nostálgico y lleno de poesía.

Gracias a esa fotografía, aquel niño descubrió el poder de la música. Los únicos álbumes a los que tenía acceso eran los de Guns and Roses y Nirvana, los cuales escuchaba con devoción en su pequeño reproductor de cassette. Y así nacieron las primeras canciones que dedicaría en su vida: "Smells Like Teen Spirit", "Come As You Are" y "Patience". Tres canciones que hablaban de un amor imposible y platónico, pero que aun así se atrevía a soñar.

Ella se convirtió así en la primera musa de una larga carrera de relatoría. Desde esa noche, aquel niño ya no soñaba con ser Superman o el sheriff del pueblo: ahora soñaba con ser una estrella del rock, o por lo menos, con tener el coraje para tocar la guitarra y expresarse a través de la música.

Pasaron los años, pero aquel niño nunca olvidó a su primer amor platónico. Aquella fotografía se convirtió en un tesoro precioso, un recordatorio de una época inocente en su vida, cuando todo era posible y el mundo estaba lleno de magia.

Hoy, ese niño ha crecido y se ha convertido en un hombre. Ya no sueña con ser una estrella del rock, pero sigue amando la música con la misma pasión que entonces. Y de vez en cuando, cuando el cielo es un poco gris y la nostalgia se apodera de su corazón, saca aquella fotografía de la caja de recuerdos y sonríe. Sonríe porque, aun después de tantos años, aquel amor platónico sigue latiendo en su pecho, tejiendo un hilo invisible que lo une a aquella persona que, sin saberlo, lo inspiró desde aquel entonces.

Y es que la vida es así: está llena de amores imposibles, de pasiones desbordantes y de recuerdos nostálgicos. Pero gracias a ellos, nos convertimos en las personas que somos hoy, llenas de historias por contar y con el corazón cargado de emociones. Por eso, aunque ese amor platónico nunca se haya convertido en algo más, sigue siendo una llama que ilumina su camino, una huella que ha dejado su marca en su alma para siempre.

Aquella historia era solo una parte de la vida de aquel hombre. Algo que quedó lejano en el tiempo, pero que nunca se desvaneció del todo. Fue solo un amor platónico, pero le enseñó mucho sobre la vida, sobre el arte y sobre el poder de la pasión. Y aunque nunca volvió a ver a aquella mujer como en aquellos años, guardaba con cariño aquellos recuerdos, como si fueran un tesoro inapreciable.

Años después, aquel hombre se convirtió en un gran amante de la música y llegó a formar su propia banda al lado de sus amigos de la universidad, quienes compartían su misma pasión. Y si bien aquellos días de adolescencia solo fueron un sueño, la música seguía siendo una parte importante de su vida. La música, que había nacido como una forma de expresar un amor platónico, se convirtió en su medio de vida y en su mayor alegría. Porque aun en los momentos más grises, la música seguía siendo una luz que iluminaba su camino.

Hoy en día, aquel hombre sigue siendo fiel a sus principios, a sus valores y a sus recuerdos. Aunque la vida lo ha llevado por caminos difíciles, siempre ha sabido que su corazón late con la misma pasión de antaño, por la música y por aquella mujer que lo inspiró a soñar. Y aunque los años siguen pasando, sigue creyendo en la magia de la música y en la belleza de los recuerdos, que se mantienen vivos en su corazón.